...
El carro que le seguía a Reinaldo era aquél sedán rojo. El de Madre. El carro de María Malditenz.
Madre María Malditenz vio a su hijo, justo al que buscaba, abrió la puerta, salió corriendo en trapos multicolores, llorando, el cabello de paja elevado electrizado, llorando, llorando. ¿Qué pasa, qué pasa? Un pañuelo multicolor secando sus lágrimas desparramadas y una fotografía en la otra mano. Lo sostuvo de los hombros y lo sacudió.
Felipe la miró con su ojo morado sin decir nada, anonadado, calladamente haciendo todas las conexiones. El orgullo gay, el pañuelo mojado, Hendrix, Gloriana la que no llegó nunca, y mi padre, mi padre. Oh, mi padre.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario