martes, 6 de marzo de 2007

Pájaro Negro

Caminaba cerca del pico de la lora, con Pavlov, compañero irremediable. Creíamos habernos perdido ya que lo que por teléfono parecía una "calle recta hasta el final, ya verá" había terminado siendo un río que se retuerce por mal planeamiento y no por erosión. El Pájaro Negro nos encontró y después de darnos saludos y abrazos como hermanos, nos llevó a su guarida. Los tres llevábamos cada uno su propia Linterna Soñolienta entre los dedos. Metafóricamente, podría decir que hacíamos la ronda agarrándonos las manos.

Pero llegamos a la guarida y ¡qué peso de inocencia habíamos perdido!. El Pájaro Negro nos abrió la reja y nos dejó entrar. "Adelante, pasen a mi casa" dijo.

Una vez adentro no pude dejar de notar que todo estaba lleno de peluches. Rosados, celestes, pequeños, grandes, y de los que hablan también. Todo en unísono a la televisión, que mostraba algún programa de dibujos animados donde pequeños ositos se despedazaban y peleaban entre sangre y kitsch.

Además, Linternas Soñolientas, Camas de Linternas Soñolientas, dos sofás, botellas de Éter de la Vida Corta, y más que suficiente incomodidad.

Me pareció interesante al mismo tiempo que patético notar que esta guarida bohemia y trágica contenía pequeñas evidencias de mi niñez con el Pájaro Negro. La televisión con su decoloración superior izquierda, las pinturas viejas ("Esa fue mi primera pintura al óleo" decía el Pájaro Negro), las guitarras con cuerdas herrumbradas, la música en discos quemados que en algún momento provocaron tanta energía pubescente y ahora duermen en el tacho de la nostalgia. Todo apuntaba a un tiempo que hace mucho no recordaba, y que hace mucho más tiempo ocurrió. ¿Por qué no escribí algo al respecto en ese entonces? Me preguntaba.

Y seguía y seguía la noche y en un momento que todos estaba absentes para conseguir más falsa absenta, con Pavlov me senté en la cocina. Con una guitarra tocamos canciones que innegablemente sonaban como otras en el pasado. "¿Será algo natural? ¿Algo instintivo?" decía.

"Si fuera así, la originalidad sería el resultado de la negación del instinto. ¡Y eso no puede ser algo puro, hombre!" le respondí.

"Tienes razón. En todo caso, esta casa no parece estar dándonos una bienvenida a tocar estas canciones aquí. Somos muy ingenuos al terminar en este hueco de pensamiento. Pero todo a la experiencia, ¿no?"

"¡Esa es la manera, mi querido Pavlov! Ahora, vámonos a la sala que el Pájaro Negro y la Incógnita ya vuelven y debemos comenzar a curarnos con ellos."

Pavlov asintió y nos levantamos.

Adentrados en la noche y flotando entre nubes como aves de ojos rojos, irónicamente el Pájaro Negro terminó en los regazos de la Incógnita. Ni una sola gota de vuelo quedaba en sus alas.

Para ese entonces, se nos habían unido Pothead, el Vampiro Narcisista, y la Dominatriz Arenosa y su concubino de frutillas, el Cuervo "Porfis" Mentolado. Intercambiaba miradas con Pavlov y nos reíamos en confirmación. Por un momento la raíz de la experiencia me hacía creer en terminologías NewAge y otras huevadas, pero realmente sentía algo que se podría definir simplemente como una "mala vibra."

Sin embargo, tolerantes como todos somos al no matarnos cada día (o eso pensamos), lo dejamos pasar e hicimos una pantalla de armonía. Pothead representaba una estación de pits ante tales personas de horizonte distorsionado, doloroso, y sin embargo culpablemente fascinante. El Vampiro Narcisista decía "Dominatriz Arenosa, tómeme una foto" y ella lo hacía, y el Cuervo Mentolado sacaba una Linterna Soñolienta mentolada y decía "¿Alguien tiene fuego porfis?"

Miré a Pavlov de nuevo pero ahora él no me miraba, sino que se reía con los ojos cerrados. Gracias a esa nube de incertidumbre y atontamiento, todos los comentarios eran aturdidos, pagaban peaje, hacían fila detrás de 30 otros comentarios, luego analizaban sus papeles, pagaban impuestos, y eran finalmente sellados en aprobación. Después de tanto trámite, los comentarios perdían su significado y entonces todos estábamos libres de decir cualquier cosa sin tener que preocuparnos por que los receptores entendieran completamente.

"¿Quién quiere irse de Odisea al Espacio?" dijo el Pothead. Yo, de acuerdo, asentí con una sonrisa quebrante. Por favor, algo que nos quite la atención de este círculo.

Y entonces me pegó en la cabeza de una sola vez. ¿Qué diablos ha pasado? La vida se parte y desparte y nunca hay demoras por el peaje. Sólo una vez fui familia con el Pájaro Negro, y fue cuando los dos nadábamos en brea depresiva. Cuando los dos éramos incertidumbre, dolor y soledad; éramos dos soledades que se saludaban. Ahora la incertidumbre es poca, el dolor está dormido y ya no hay más soledad. Y ahora estamos eternamente condenados a una hermandad que se deshila como un músculo seco.

¿Y qué nos queda? Compañía incómoda de vez en cuando, siempre abrazos, abrazos, y muy poco tiempo. Muy poco tiempo. Y el poco tiempo se termina, y estaré muriendo, o él muriendo, y cada uno pensará "Oh, cómo me recuerdo de esos tiempos. Veo tu rostro desvanecer cada día más rápidamente. Nosotros, algún día atrás nos pensamos peregrinos, pero nunca dejé de tenerte como una daga cálida en mi espalda, empujando y reteniendo cada paso. Oh, y ahora y ahora, y ahora que muero, ahora que muero finalmente desapareces."





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