lunes, 7 de abril de 2008

CIUDAD I

mientras el mundo se queda
atrás, lagrimando feliz
camino en ciudad,
entre la lluvia, transitando
las vías de la calle,
y la paloma me sigue
aunque ella conoce la ruta y yo no,
extranjero que soy
misil entre carros.

la ciudad de amarillo,
el matiz trágico
y el suspiro de batalla
subterránea, inconciente,
premonición de un presente
que me muestra
a viejitas cuáqueras,
aquellas que
tiemblan con la partida
y empacan la llegada,
en un bulto, en la espalda.

una historia que no se acaba,
paloma de hierro
que compensa el peso
de nuestra soledad,
el eco de los enfermos
que me atacan,
y con brazos húmedos
me hacen tragar
un país imaginario,

el halo encima de las manos,
la sonoridad que se entumece
y muere el samaritano,
el amor de juego sano
y un fuego se humedece

y la gringa de al frente
fuma por cincuenta años.

el mundo se hace
mil veces más pequeño,
la punta de una aguja,
y las calles como venas
que hierven una
poción de lucidez,
éter para mi engaño.
el patrón con sombrero
arrea el ganado.
el poste, el árbol,
la vida ridícula y el objeto
de amor,
vomitado por todo aquello que
sueña huesos hierros
vida entierro.

la puta Octubre
que desviste celosía
me hace soñar,
tirado en la acera,
sobre un pasado
televisado, y
resueno como un nombre muerto
en los callejones
de tu ciudad

sueño mío,
¿cuándo acabarás
tu escultura arenosa?

tiempo de asesinos y de
mallas y piernas
de bellezas rojas y estupefactas,
Sueño con una aguja,
eres mi de facto

como mi estadía fugaz
en tu cuarto, sábanas
rojas en la ventana,
el humo improvisto
que atacó a mis ojos,
los besos bona fide,
vida estadía
encantos ahumeados

la mujer pipa
desprende la esencia biológica
del sacrilegio,
un canto de putas
lloriqueando
al margen de la calle,
rezando, trazando líneas
que no aprobó el ministerio
caminamos desnudos en el medio
tú sorda y yo borracho.


y caemos en pasadizos
sombríos que serpenteaban
hasta el final,
donde la lluvia
nace de la tierra
y asciende hacia el cielo

y ahí, en esa otra ciudad,
vemos a dos bestias
que se muerden entre ellas
endiosadas por la edad,
y el aire se estremece
y se vuelve más fino,
la saliva sagrada que
baila ensangrentada
nos toca,
nos toca

y en las cuadras deshabitadas
vi a una mujer pálida
en una ventana.

la mujer acercaba su mano
y me miraba satánica
como la puta limpia
vestida de telas blancas.

y cuando la toqué,
aparecieron.

el pueblo pobló el pueblo,
los transeúntes a los transeúntes,
los detenidos a los detenidos

es como ser devorado.

caminé a la parada,
me monté en un bus y
por el frío corredor metálico
me acecharon los ojos cristalinos
y las cataratas
de cientas de personas que caían
y que nunca se acababan.

Nicolás Wong Díaz
San José
7 de Octubre 2007

1 comentario:

Pablo dijo...

i remember that day, we went to see a film, i think it was vini i smoltri. this is really beautiful man, true urban poetry.

i wonder when i'll see you again.